La experiencia nos muestra que la falta de la Verdad genera problemas en la convivencia entre las personas. La pérdida de credibilidad ante el engaño genera siempre desconfianza. Esto supone, además, una falta de respeto para la dignidad de las personas. La desconfianza es un obstáculo para el encuentro, el entendimiento y la unión entre las personas y entre colectivos sociales. La desconfianza conduce a confrontaciones, luchas y hasta puede ser causa de violencia.
La falta de la Verdad genera siempre en la conciencia humana la intranquilidad y el miedo a que se descubra la mentira. Es decir la falta de la verdad provoca un deterioro en la convivencia entre los seres humanos, por lo que merece la pena esforzarnos por recuperar un valor tan importante como es la Verdad.
Pero lo más preocupante para poder recuperar la Verdad en nuestra sociedad es que su valor se ha desmitificado y desvalorado. Me atrevería a decir que no decir la verdad se ha justificado maquiavélicamente, dando como razón que el "Fin justifica los medios".
El problema es que, además, para algunos políticos, los fines de lo que dicen y hacen no son ni siquiera éticamente honesto porque priorizan intereses personales o colectivos de tipo económicos o de poder en vez de buscar el Bien Común.
Sabiendo que mienten, no lo dan importancia y muchos les parece casi normal que nos mientan, que nos y engañen. Al final la gente les vuelve a votar.
Hoy se habla de la "post-verdad". Se puede mentir durante una campaña electoral, engañar a la gente y después decir que en el momento en que se dijo lo que se dijo no se tenían todos los datos y que las cosas desde entonces han cambiado. Gandhi decía “más vale ser vencido diciendo la verdad que triunfar por la mentira.
La gente se está acostumbrando a vivir en la mentira. En ocasiones hay quien nos vende productos comerciales trucados, con precio o calidad injustificada y nadie denuncia a nadie. Admitimos sin más la gravedad del engaño o de las medias verdades, que al final no son sino cobardes mentiras.
La mentira, más tarde o más pronto, ejerce sobre la conciencia las personas un peso que influye en todas sus relaciones. Nadie se fía del mentiroso y se le deja de lado. Con pequeñas mentiras se pierde la amistad de muchas buenas y grandes personas. Es el castigo de los hipócritas.
¿Esta tolerancia ante la falta de la Verdad fue siempre así? No. Actualmente necesitamos contratos escritos ante notarios que certifiquen la verdad de las cosas, por miedo a que nos engañen. Antiguamente nuestros padres o abuelos cerraban un acuerdo con un apretón de manos, porque entonces se respetaba el valor de la Verdad. Se confiaba en el otro y se condenaba con firmeza la mentira, el engaño y la falta de la Verdad. El mentiroso era rechazado por la sociedad. Se decía que "se pilla antes al mentiroso que a un cojo". Ahora la sociedad admite la mentira, casi la tolera como algo que no tiene solución que no se puede cambiar.
Sin generalizar, porque siempre hay también gente honrada, no falta quien hasta siente envidia del "espabilado" que miente o se aprovecha de los demás.
Un profesor le dijo una vez a una mamá que su hijo mentía con frecuencia. La mamá, periodista, contestó diciendo que eso era una buena noticia, porque significaba que su hijo era muy creativo e ingenioso y se inventaba bonitas historias. El profesor le dijo a la mamá que si algún día su hijo le decía que la iba a llevar de vacaciones a Hawái y la dejaba en una residencia de ancianos debía felicitar a su hijo por ser tan ingenioso.
A pesar de todo lo dicho, creo que podemos cambiar esta sub-cultura de tolerancia hacia la falta de la Verdad que tenemos. En primer lugar denunciando a los mentirosos, y condenando la mentira. Una de las mejores herramientas será siempre la educación en la familia, en los colegios, y universidades. Los medios de comunicación social deberían contribuir en esta labor de recuperar el valor de la Verdad como medio para conseguir una sociedad honrada, libre y justa, donde la convivencia entre los seres humanos no tenga los problemas que trae consigo la falta de la Verdad.
Tenemos que atrevernos a decir la verdad, cueste lo que cueste, porque la mentira cuesta siempre mucho más cara.
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