Una de las pinturas que D. Francisco de Goya pintó en la denominada
Quinta del Sordo, y que, probablemente, no estaba destinada a que nadie la
pudiera contemplar, salvo él mismo, es la que se ha dado en denominar “Riña a garrotazos”. En ella podemos
contemplar como dos hombres, enterrados hasta las rodillas, y sin posibilidad
por tanto para moverse, se enfrentan en un combate mortal, enarbolando cada uno
de ellos un grueso garrote con el que intentan derrotar a su oponente. Ante la
imposibilidad de movimiento, de huida, la derrota equivale a la muerte. En
ambos contendientes se pueden apreciar dos estilos, dos actitudes totalmente diferentes
y contrapuestas. Por un lado, el que está situado a la izquierda (del
espectador), cuyo rostro aparece ensangrentado, muestra de los golpes ya
recibidos, ataca a cuerpo descubierto, en tromba, sin procurarse una
protección. El otro, por el contrario, se protege el rostro con el brazo,
adoptando una posición más inteligente, y más segura. No es difícil predecir el
resultado del combate, que se prevé corto y contundente.
¿Qué diferencia a uno de otro contendiente? A la espalda del situado a la
derecha, y que parece será el vencedor de la lid, se aprecia una montaña, que
se puede ver igual en otras pinturas de la misma serie, tal como el “Perro semihundido en la arena”, y que
se ha interpretado como una alusión al Olimpo, a los dioses, a la inteligencia,
en definitiva. No vence el más fuerte, el más agresivo, vence el más
inteligente. Goya, por medio de esta pintura, está haciendo alusión a la España
cainita que, tanto el en su momento, como todos nosotros tan bien conocemos.
Goya, un ilustrado, confiaba en que la inteligencia, al fin, se pudiera imponer
a la fuerza de la España más bruta y cerril. Al final, hubo de emigrar a
Francia en busca de la ansiada libertad, ante la persecución que sufría por
parte del monarca.
Algo parecido a lo representado en la pintura de Goya está sucediendo en
el Partido cuyas engañosas siglas, PSOE, nos hacen recordar al llorado Javier
Krahe. ¿Es socialista, es obrero, o es
español solamente? La respuesta es indudable: es español solamente, pero
como diría Marcelino Menéndez Pelayo, español a machamartillo. Español por
encima de todo. Una, grande y libre, así es la España que quieren y anhelan.
Sin devaneos.
Ambos contendientes, como en el cuadro de Goya, están hundidos,
inmóviles, incapaces de modificar posiciones. Condenados a morir ambos en la
lucha. Porque aquí, no hay ninguna que esté utilizando la inteligencia. Tan
sólo el tercero en discordia, tendría una estrategia de distensión y
unificadora, pero que el encono de ambos protagonistas principales lo han
condenado al silencio. Cada uno de ellos se ampara en lo que consideran “su
verdad”, o como ahora se dice, en las posverdad. Ambos se han quedado anclados
en aquella fatídica noche del 1 de octubre, en la que se produjo un auténtico
golpe de estado dentro del partido, que lo dividió en canal, y que a la vista
de los resultados, será muy difícil de “coser”. Lo más grave es que no se
discute un programa, un modelo de partido.
Sea cual sea el vencedor de la contienda, lo que parece claro es que no
es posible la unidad. Las heridas son demasiado profundas, y probablemente sea
el fin político de ambos contendientes.
Visto desde fuera, llama la atención como uno de los partidos políticos
más importantes de España haya sido capaz de autodestruirse, máxime teniendo en
cuenta que el partido conservador, ahora en el poder, está totalmente corrupto.
¿Cómo es posible desperdiciar una herencia política así? Lo que es evidente es
que los responsables de esta situación tendrán que rendir cuentas ante la
historia.
Tal vez sea el momento de comenzar desde cero.