Rotula, que algo queda

13/02/21 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

Los medios audiovisuales juegan mucho con sus pantallas y exprimen, a menudo, todas las posibilidades para lanzar mensajes a la audiencia. A veces, incluso, aturullan al espectador con tanta pastilla visual añadiendo o complementando información. Con inusitada frecuencia se cometen errores ortográficos y gramaticales para horror del avezado espectador concernido con el respeto a la lengua de Cervantes. Hay quien, incluso, refleja en redes sociales una colección inagotable y continua de estos "gazapos" en la rotulación televisiva. Bienvenidos sean los rótulos cuando tienen utilidad y aportan información o subrayan lo más relevante; pero ocurre que los responsables de esa labor informativa pueden meter la pata e, indefectiblemente, quedar retratados. 

Cuando aparece el susodicho rótulo sobre la infanta Leonor se monta el gran pifostio. Y la pregunta que cabría hacerse es: ¿se habría organizado esta "feria" de tratarse de una televisión privada? La libertad de expresión ampararía esta licencia creativa y presuntamente chistosa en un medio privado, sin lugar a dudas. Pero el quid de la cuestión aquí es que estamos en un medio de carácter público y que ha de observar una exquisita asepsia en temas que atañen al Estado y a su configuración.

A los ciudadanos de hoy nos podrá gustar más o menos que el rey sea jefe del Estado representativo, sin poder ejecutivo alguno, y que nuestro régimen sea una monarquía parlamentaria. Pero que nos parezca mejor o peor —cada uno es libre de opinar lo que quiera— no otorga permiso tácito para que desde lo público se haga chanza de la institución.

El rótulo en sí mismo no deja de ser el fruto pretencioso de un individuo que pensó en hacer el chiste con la hija de Felipe VI y nieta del emérito. Aparte de no tener gracia, la torpeza le ha costado el puesto al que, al parecer, llegó por designación discrecional. ¡Qué menos que largar al simpático guionista para que se dedique, tal vez, a hacer monólogos cómicos, quizá su pasión secreta! Mucha suerte con ella. 

La estupidez irrespetuosa ha puesto sobre la mesa la educación de la infanta. Nada que objetar a que unos padres decidan libremente sobre la mejor educación para sus hijos. Habida cuenta de que uno de los grandes problemas de este trágico país es la educación, a nadie puede sorprender que el que pueda apueste por centros externos. Y sí, la educación de Leonor la pagamos los españoles; pero como tantísimas cosas y sueldos que soportamos todos los contribuyentes para el sostenimiento del elefantiásico Estado. Hay mucho que cambiar y corregir en España. Claro que sí. La monarquía, con toda seguridad, es una institución anacrónica, un recuerdo aún vivo del pasado que concluirá más pronto que tarde. Pero mientras que no se aborde con la ciudadanía ese debate y no sea consultada la cuestión, el respeto es la máxima que se ha de observar con la Institución. Mientras llega ese momento, no sería mala idea una ley de la Corona que corrigiera defectos como la inviolabilidad e inimputabilidad del rey o definiera la sucesión.

Y en cuanto a la ecuanimidad y equilibrio exigibles a un medio de comunicación público, es harto evidente que las radios y televisiones públicas son utilizadas interesadamente por el gobierno de turno, ya sea municipal, regional o nacional. El servicio público, a menudo, es deshonrado por quienes desde dentro de estos medios se valen de su posición para sesgar la información, a veces con sutileza, a veces con descaro. Por tanto, su existencia no es asunto baladí. Un medio privado sí puede tener una línea editorial interesada e ideológica. Un medio público con línea editorial progubernamental es un medio torticero que deja de tener razón de ser.

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