Se acabó lo que se daba

Esto no tiene vuelta de hoja. Es cierto, pese a que fastidie. El verano se fue, por poco que nos agrade, que queramos conservar el ‘morenito’ o pretendamos estirar el sol hasta más tarde. Sombrilla y nevera ya están guardadas en el altillo o el trastero.

Jerez recobra su ritmo habitual y los adoquines del centro vuelven a machacar toda suspensión que ose recorrer sus calles. Y las historias de esta ciudad, en mucho con carácter de pueblo, vuelven a provocar debates, cotilleos y hasta titulares.

La Plaza adopta su actividad otoñal, mientras cierran unos comercios y llegan otros, con expectativas de hacer negocio. Mango cierra su tienda en Jerez, como ya lo hizo Massimo Dutti en sus dos intentos de permanecer en el centro. Y, precisamente en el centro, Díez Mérito y el antiguo Palmera Plaza siguen cayéndose a pedazos, desguazados e indefensos. Entre tanto, vuelven las promesas en torno a la recuperación del río Guadalete. Definitivamente, es el río de las promesas. Sólo hay que tener memoria.

Como un ritual, cada año por estas fechas, tomo ese disco legendario y lo pongo. No conozco la canción por Verano Azul, que a mí me pilló con 17, si no porque teníamos el disco en casa: el original, editado por La Voz de su Amo. A mis padres les encantaba y lo guardo como el tesoro más preciado, junto a aquel viejo tocadiscos a válvulas.

No hubiera imaginado nunca que aquella canción, de cadencia triste y melancólica, llegara a convertirse en el himno oficial del ‘ya, hasta el año que viene’.

Vuelvo a ponerla otra vez… El disco de microsurco suena con algo de ‘papafrita’ pero está bien conservado, a pesar de ser de 1963.

Escucho atentamente, sin apenas pestañear, el rasgueo de guitarra, de tan sólo unos segundos, con el que comienza la slow balada, como indicaba la contraportada del disco, y las voces de Manolo y Ramón con un sutil rever. Es una dulce sentencia, suave pero cruda como ella misma. Las voces al unísono entonan la afirmación: “el final…  del verano… llegó… y tú partirás…”.

Y partirán hasta el verano que viene los gazpachos, las expediciones familiares que ‘toman’ la playa, el sudor de la siesta, las canciones horteras y el tinto con Casera (aunque realmente sea Freeway, Día o Hacendado). Y, en lo que canta un gallo, tenemos los puestos de castañas echando humo. Ya llega el tiempo de puchero y croquetas, y las berzas, por venir…

Y compruebo que es cierto: los días de verano ya quedan en el recuerdo, que anochece más temprano y que, de noche y por la mañana, refresca como cada septiembre.

Mientras el Dúo Dinámico canta ‘Amor de verano’ repaso en viñetas imaginarias las estampas de éste que se fue. Con aquello que quise hacer y lo que planeé o soñé, pero no pude realizar. Satisfacciones y frustraciones estivales, entre las que se cuelan recuerdos de otros veranos, de cuando no tenía preocupaciones más que las de divertirme, querer a los míos y dejarme querer.

Estos días de septiembre me traen olor a lápiz de cedro, a goma de nata, a Bic cuatro colores , cuadernos cuadriculados y a plástico de forrar libros, comprado en Papelería Hurtado o en Consistorio. Si hablo de compás, bigotera o tiralíneas, igual suena raro. Si menciono el Rotring, igual hay más suerte…

Se cumple el ciclo. Como cada año, la playa va quedando sola, mientras las terrazas, ventas, en poco tiempo mostos, diversifican el ocio de los fines de semana. Se suceden los reencuentros en el trabajo, la llegada de gente nueva y la añoranza por quien no está.

Mientras, en alguna que otra emisora, suena la balada eterna que marca “el final… del verano…”.    



(Vídeo del Dúo Dinámico, interpretando 'Amor de Verano', publicado en Youtube por Anibal Avalos el 8 agosto de 2017)