Sonaban en la radio canciones de Tequila, la E.L.O., Medina Azahara, Bee Gees o Abba. Los cantantes y grupos italianos ya estaban de moda en España y Leif Garret, Pedro Marín o Miguel Bosé hacían gritar a las quinceañeras. Un joven Bertín Osborne, con Patrico hasta las cejas, trajeado y con mirada penetrante, promocionaba sus primeros éxitos musicales. Echaban a andar los ochenta.
A la Policía se le apodaba “la pasma”, a tu pandilla “la basca” y cuando algo te sorprendía o gustaba sobremanera exclamabas… “¡qué demasiao!”. Cuando veías que algo o alguien te brindaba todas las garantías y no dudabas de su valía lo catalogabas como “auténtico”. Cuando llegabas al lugar de moda y estaba lleno sentenciabas “¡qué mogollón de gente!” y cuando te declarabas, decías “me gustas cantidad”.
Por aquel entonces ya existía El Chirri, en la barriada La Constancia. Así era conocido este local, debido al apodo de una de sus figuras características: Diego Cabello Leira. Renovado y actualizado, hoy el establecimiento se llama ‘Solo Chirri’ y es regentado por Isaac de Cos desde 2006. Pero en aquellos años, El Chirri implantó una peculiar fórmula de venta. Lo explico.
Quienes cuentan cincuenta o más, podrán recordar a Lola tras la barra, o la voz grave de Fernando, el camarero, preguntándote desde el otro lado de la barra “¿Qué vais a tomar, niño?”. Lo recuerdo en plural, porque pedíamos de dos en dos. La razón era sencilla: el histórico bar ofrecía la posibilidad de tomar los combinados, fuera Gin Tonic, Gin Lemon o ginebra o ron con cola, pero en formato económico. El requisito consistía en compartir el botellín de refresco, en dos vasos de Duralex tamaño café, cubito de hielo y el correspondiente chorreón de tu elección.
Era decir “Fernando, ponme dos medios de Gin…” y el solícito barman asentía con su cabeza calva o su voz imponente. Se colocaba frente a ti, plantaba los dos vasos por delante, servía cada cubito de hielo y, en un alarde malabar, los rociaba con ginebra. A continuación, medio botellín de refresco por cada vaso. De marcas, lo de entonces. Rives, Larios y, como mucho, Gordons. Por veinte duros, o poco más (entre 0,60 y 0,90 euros) te tomabas medio cubata.
Si bien existían entonces en Jerez discotecas muy exitosas como La Bodega (en Plaza Aladro, después Coppola), Doble Erre (en calle Limones) o Landó (en plena Tornería), la elección tranquila estaba en pubs como Almizcate (calle Barja), Los Palcos (en el edificio El Carmen), Bora Bora (en calle Sevilla), Ficus (en Plaza San Andrés) o Charlot (Tornería), el itinerario de mi junta era bien distinto, por la edad y la cartera. Íbamos a fiestas de institutos, o a comernos un chorizo a la llama a algún tabanco (serrín en el suelo incluido) como el mencionado Chirri, el antiguo Guitarrón, cuyo verdadero nombre era Tabanco Doctrina (en la calle del mismo nombre), o Los Palitos (calle Sevilla). Pedíamos una botella de ‘morenita’ para unos cuantos, tras hacer una ‘vaquita’. Cuando estábamos más ‘pealos’, ‘un buti’ de cerveza en ‘la confi. Todo era más rudimentario y sin tantas pijadas.
Vendrían años más tarde los pubs modernos, la música a volumen alto y los vasos de tubo. Tiempo después desembarcaron un sinfín de marcas de licores y las copas de balón. Los baños con higienizadores desplazaron a las bolas de alcanfor y aparecieron los reguladores de ozono. Suena raro pero… ¡se fumaba en los locales! Y es que fue el siglo pasado ¡qué puñetas!
Llegaron las zonas VIP, los vasos anchos y los porteros con ‘pinganillo’. Hoy la oferta de locales de copas incluyen cócteles y cubatas de diseño, se sirven tragos largos con especias y la decoración del local donde tomarnos la ‘copita’ o el ‘copazo’ es determinante. La historia se repite: hay para todos los gustos y bolsillos. Llegados a este punto, me pregunto ¿qué cara hubiera puesto Fernando, el del Chirri, si en aquellos años, el andoba de turno le hubiera pedido dos medios de Gin Tonic con pimienta y cardamomo?
(Agradecemos las fotografías antíguas, tomadas del perfil de Facebook de 'Sólo Chirri')
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