Se agradece mucho encontrarse con voces narrativas nuevas que vienen pisando muy fuerte en el mundo literario. Así lo demuestra
Luis Roso (Moraleja, Cáceres, 1988) en
Aguacero (
Ediciones B). Su ópera prima es una novela negra que transcurre por la España de los años 50 a un ritmo que atrapa por completo al lector. Muchísimo, y para bien, me ha sorprendido el estreno de este joven escritor.
La investigación de cuatro crímenes en la sierra madrileña es el punto de partida de un relato policial protagonizado por el inspector Ernesto Trevejo, un personaje perfectamente perfilado que se encarga también de ejercer de narrador, de contar la investigación llevada a cabo en ese pueblo de Las Angustias tan estupendamente dibujado por el autor. En este sentido,
Roso dibuja a la perfección los escenarios de la época. Aporta detalles y curiosidades que le dan un toque muy fresco a la lectura.
El autor recrea tan bien la época, que es como si estuvieras leyendo con ese color y sensaciones con los que identificas a tiempos pretéritos. Y esto llama poderosamente la atención ya que, por edad, no conoció ni vivió en aquellos años 50. Pero está tan conseguida la ambientación, que el propio autor hace un pequeño apunte al final de la novela explicando el origen y los motivos por los que situó su historia en la fecha referida.
"No tuve más que levantar la vista del ordenador y observar algunos títulos de mi estantería. Allí, entre otros muchos, estaban
Delibes,
Cela,
Ferlosio,
Sender,
Azorín,
De la Serna,
Aldecoa,
Barea,
Martín Santos o
Laforet. Allí, en estos y otros autores, estaban representadas todas las tendencias, todas las corrientes, todos los bandos. Allí estaba, en buena medida, la historia de la literatura española de las entrañas del siglo XX. Y debía ser ahí y no de otra parte de donde partiera mi obra".
En el capítulo de personajes, una mención especial merece Aparecido, el guardia civil que acompaña a Trevejo en la investigación ¡Vaya pareja! Contrastes y complementos por igual. Y no nos podemos olvidar de esos secundarios, fieles recreaciones de los habituales habitantes de los pueblos de entonces.
El poder en la España franquista alimentan una trama con esencia del pasado. Bien estructurada, sin perder en ningún momento el hilo histórico y ofreciendo una imagen costumbrista,
Aguacero es todo un descubrimiento. Una novela de lo más entretenida, en la que no faltan ni la ironía ni el humor, y que denuncia esa doble moral y lucha de intereses económicos y sociales que existía en la década de los 50.