Un año eco

¡Qué ganas enormes de dejar atrás el infausto año!, como si cambiar el calendario supusiera una catarsis, un renacimiento, un nuevo comienzo. El ser humano es así. Acaba un año y el recién estrenado es una excusa perfecta para los propósitos de enmienda. «Voy a ser más disciplinado en el trabajo, voy a ser más cariñoso, voy a comer mejor, voy a hacer deporte, voy a cuidarme, voy a ver más a mis abuelos, voy a estar más con mi familia, voy a…». El abanico de promesas es inabarcable. Y luego llegarán los denominados coaches (los anglicismos me superan), los entrenadores de actitud, que te dicen cómo mejorar tu vida y que te recalcarán que hay que ponerse metas pequeñas para ir avanzando poco a poco en la búsqueda del Nirvana.

Y no está mal eso de aprovechar el calendario para tener expectativas de mejora. No es más que un pretexto pero, si a alguien le sirve, bienvenido sea el cambio de año. Pero, siendo realistas, pasar la página de un almanaque y ver nuevos números en él no presupone nada. Es más, mucho me temo que el recién nacido 2021 será una réplica del anterior y viviremos un largo eco del pasado año. No quiero ser agorero ni pesimista, no se trata de eso. Más bien pretendo resultar realista observando los acontecimientos. Y estos acontecimientos no favorecen una visión alentadora.

La pandemia actual es un hecho novedoso para la sociedad actual porque, aunque la historia de la humanidad ilustra, rara vez enseña. El ciudadano, sobrepasado por la información excesiva, confusa, tendenciosa, contradictoria, perturbadora, no sabe muy bien a qué atenerse. La sobreexposición informativa, mareante y aturdidora, se añade a la política, ese arte de la mentira casi permanente. 

Nos ha tocado vivir este tiempo y, créame, a pesar de todo, es el mejor tiempo posible para vivir. Nunca antes se ha tenido mejor calidad de vida, a excepción del mal llamado «tercer mundo», países a menudo con grandes riquezas naturales y malogrados por la geopolítica o regímenes dictatoriales. En nuestro "Occidente", vivimos inmersos en una comodidad extraordinaria. Estamos tan acostumbrados a ella que apenas sabemos apreciarla. Nos ha barrido una inusitada crisis sanitaria, de una gravedad que no voy a desdeñar, y la consiguiente crisis socioeconómica cuyos efectos perdurarán más de lo deseado.

Muchos han perdido seres queridos víctima del maldito virus, la mayor tragedia posible con la que todos hemos de empatizar; pero que eso no nos haga olvidar que la mayoría de nosotros somos unos privilegiados por vivir como vivimos. Asumamos el tiempo que el azar nos ha otorgado con vitalidad, energía y optimismo. Y aunque este año no sea mucho más que un reflejo del anterior, no olvidemos que exprimir cada minuto de nuestra vida es un regalo que nunca deberíamos rechazar. Feliz año.