Las religiones nunca
han servido para acercar a los seres humanos. Las religiones siempre ha servido
para dividirlos.
José Saramago.
Hace semanas que circula por España un autobús. No transporta personas,
no transporta mercancías, no transporta nada físico. Transporta odio. Aparcando
enfrente de los colegios, trata de inculcar en la mente de los más jóvenes el
odio y la intolerancia hacia sus compañeros y compañeras transexuales. Y lo
peor es que lo hacen en nombre de dios, de su dios.
Conozco chicas que han nacido en cuerpo de hombres, y hombres que han
nacido en cuerpo de mujer. No han sido felices hasta que han conseguido el
deseado cambio de sexo. Pero el proceso es duro. Se necesita el amor, la
comprensión, el cariño de todos aquellos y aquellas que les rodean, y desde
luego lo que no precisan es que les vengan a decir, en nombre de no sé qué
religión, cómo tienen que vivir su vida, su sexualidad, su género.
Los dioses, las religiones, han sido creados por los hombres para hacer
frente a sus propias inseguridades, miedos, carencias, incógnitas. Los dioses
siempre se han adaptado a las necesidades de los humanos, y cuanto más débil e
inseguro es el ser humano que ha ideado al dios, tanto más duro, intolerante y
cruel es el dios creado. Cuanto más ignorante es el pueblo, ese dios ha puesto
las leyes más rígidas y crueles. Pero si esto es cierto que ha sido así a lo
largo de los siglos, cabe preguntarse de qué manera puede afectar a los
seguidores de un determinado dios, religión o secta, que una persona que haya
nacido en el sexo equivocado intente ser feliz, en qué puede afectar a la
convivencia de ese grupo la felicidad de los demás, o es que probablemente
ellos sean felices, disfruten con la infelicidad ajena. Sinceramente, lo veo de
mentes enfermas.
No me gustan los dioses, no me gustan las religiones, no me gustan las
instituciones que te exigen una obediencia ciega, y si encima de todo buscan el
dolor y la infelicidad, mucho menos. De todas maneras, no creo que sean todos
los miembros, todos los seguidores de ese dios, que opinen lo mismo. Espero y
deseo sinceramente que no.
El maestro Pedro Fernández de la Zarza, allá por el ya lejano año de
1547, construye y decora una maravillosa bóveda, conocida actualmente como la
capilla del Socorro, en la que inscrito en un octógono, cuatro parejas de
figuras, dentro de un programa apocalíptico, simbolizan la Iglesia de los Mil
años. Una de estas parejas es la de la Verdadera y la Falsa Religión. La
verdadera, sólo se ocupa del culto divino, significado por el cáliz, en tanto
que la falsa está representada por medio de unos llorosos ángeles que sostienen
una corona, por medio de la cual se simbolizan los bienes de mundanos. Pero
también hay que decir que el maestro Pedro Fernández de la Zarza es un caso
aislado, una mente abierta y adelantada a su tiempo. Sólo hay que contemplar
sus magníficos desnudos, de ángeles sexuados, simbolizando la pureza, en tanto
que los impuros van vestidos de largas túnicas. Un desnudo que la sociedad
jerezana exigió su destrucción, algo que afortunadamente no ocurrió.
Me parece maravilloso que los creyentes de una determinada religión se
dediquen en cuerpo y alma a la adoración de su dios. Esa sería la verdadera
religión. Pero lo que no concibo es que, en aras de esa religión se pueda poner
trabas a la vida de las personas. Dios, para ser dios, ha de ser bondad,
tolerancia, sino, simplemente no es dios, no puede serlo, porque el concepto de
Dios exige la perfección, la bondad, la ternura, el amor. Sin eso, simplemente no hay Dios.
Desconfío, siempre he desconfiado, de todo aquel que en nombre de un
dios, sea el que sea, intenta dominar, controlar, matar a todo aquel que no
piense como él. Desconfío del que quiere salvarme ¿Qué oscuros secretos, que
malévolas intenciones ocultan los que intentan inculcar el odio contra los
demás?
Desde aquí, desde estas líneas quisiera mostrar mi apoyo y solidaridad
con todo ese gran colectivo, muchas veces oculto, vergonzante, de transexuales
que, personas que lo único que buscan es una felicidad que en el nacimiento les
ha sido negada, y que lo que necesitan es, simple y llanamente, comprensión y
tolerancia. Una palabra que parece que algunos miembros de ciertas religiones
desconocen. TOLERANCIA.