Esta pandemia ha evidenciado aún más una realidad. La sociedad moderna que hemos construido gira con el capitalismo como motor. Y en ese juego del maldito parné estamos todos. Si nos quedamos sin gasolina, se detiene el motor y tenemos un serio problema. Para un niño, lo del dinero tiene fácil solución: "papá, que le den a la máquina de imprimir billetes y listo". Ojalá fuera tan sencillo como eso. Confieso que entre inflación, deflación, microeconomía y macroeconomía yo me pierdo. La economía parece ciencia infusa para cualquier lego en la materia. Pero sin tener estudios económicos, cualquiera con sentido común sabe que nunca debe gastar más de lo que ingresa para no tener números rojos en el banco. Si usted como yo se esfuerza en tener una economía doméstica saneada, paga sus deudas puntualmente e incluso puede que hasta llegue a ahorrar, en suma es solvente, ¿por qué la mayoría de los Gobiernos son deficitarios?
En España el déficit estructural y sistémico es casi una religión. Hay que gastar, gastar, gastar y volver a gastar para que el Estado cumpla su función de garante del sistema del bienestar social bajo las reglas del capitalismo. Y no solo eso, el Estado es también una gran empresa empleadora, porque hay que cubrir servicios sociales de carácter público, y subsidiadora, porque hay que atender necesidades y derechos sociales. Así nos encontramos con un monstruo de gigantescas proporciones que no deja de pedir alimento. Cada vez más. El gasto público crece cada año y este 2020, con la crisis pandémica, superará con creces los 500 mil millones de euros.
La deuda pública, según los cálculos recién publicados por el Banco de España, estará posiblemente este año en el 120% del Producto Interior Bruto. En suma, vivimos en un país con un monumental gasto público y con una enorme deuda pública. Es decir, como nación tenemos una economía con nota de muy deficiente.
Dicen que la economía es cíclica. Por lo tanto, se suceden las bonanzas y las tempestades. Pero ocurre que los sucesivos Gobiernos en la historia reciente de España no aprovechan esas épocas de crecimiento económico para sanear las cuentas públicas. Muy al contrario. Lo que han hecho, los de uno u otro signo político en mayor o menor medida, ha sido consolidar y aumentar un déficit estructural. Y en estas nos llega una insólita, desconocida e imprevista crisis sanitaria/social/económica. Y nos pilla con el calzón en los tobillos. Con el examen suspendido.
Formar parte de un club comunal en Europa ha tenido para España muchas ventajas casi siempre. Una vez más, la tabla de salvación se llama Unión Europea. Pero la lluvia de millones no será gratis, como es lógico aunque parezca sorprender a Sánchez. Se pondrán condiciones y seguramente rigurosas para que un Estado como el español salga del hoyo con garantías.
Pero mucho debería cambiar este concepto de Estado, del que todos formamos parte, para no seguir en la misma senda. Adelgazar el Estado tendría que ser una obligación. Apostar por el liberalismo es apostar por Estados poco intervencionistas con funciones sociales muy limitadas. Y esa es una visión que confronta absolutamente con el que "disfrutamos" actualmente en España. Pero si no se hace una revisión y una actualización del sistema en su conjunto hay una cosa cristalina, lo que tenemos/disfrutamos/derrochamos es insostenible. Al tiempo.
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