¿Cuántas cabinas y buzones quedan en Jerez?

Parémonos a pensar qué hacemos si nuestro móvil se queda sin batería. Pero ¡ojo! necesitamos hacer una llamada y no nos acompaña nadie a quien pedir que nos deje el suyo. Pensemos que no nos encontramos cerca de casa (si es que tenemos línea fija). Un sin vivir se apodera de nuestra mente y empezamos a barajar soluciones alternativas para solventar ‘el problema’.

Según la edad de cada quién, sabrá o no de la existencia de unos habitáculos de un metro cuadrado aproximado, con puertas y cristales, en cuyo interior cuelga, triste y solitario, uno de los inventos más celebrados de los últimos dos siglos: el teléfono. El mencionado habitáculo responde al nombre de Cabina Telefónica y, de momento, sobreviven a una desaparición más que previsible.

En la actualidad, de las 35.000 cabinas que sobreviven en España en la era de los móviles, el casco urbano de Jerez cuenta con unos 65 teléfonos públicos, según la herramienta de búsqueda de cabinas que dispone la web Telefónica Comunicaciones. De esta cantidad no se especifica cuántos de ellos son cabinas tradicionales (con puertas). Otra historia es el estado de conservación, la operatividad de sus teléfonos (si es que no han sido víctimas del vandalismo) y el uso que se hace ellas.

Entre las generaciones de corta edad abundan los que se preguntan “¿qué es eso?” cuando ven una cabina. No alcanzan a entender que, a base de monedas, de lo que conocemos en el argot popular como ‘calderilla’, las cabinas de teléfono han posibilitado contactos de larga o corta distancia a millones de personas. Bien para preservar la intimidad y que no te cotilleen en casa, bien porque no tenías teléfono en tu hogar o en el lugar donde te encontrases. Simplemente, les suena a ficción.

En España, por Ley y mientras no dicten modificaciones, debe haber un teléfono público de pago por cada 1.500 habitantes en cada municipio. Lo cierto es que sólo una minúscula parte de la población hace uso de las antiguas o actuales cabinas. Nadie quita que en futuro próximo sean motivo de inspiración para la decoración de interiores, como ya hicieran hace más de tres décadas (aunque al estilo británico) en la Taberna Inglesa, en El Bosque.  

¿Desde cuándo no echas una carta? ¿y a un buzón?  

Otro soporte o elemento de la comunicación, cada vez más infrecuente en el paisaje urbano es el buzón de correos. En el caso de Jerez, su cada vez más escasa localización es evidente: sólo 19 buzones en el casco urbano. Una cifra que no hace si no certificar el uso decreciente de estas instalaciones. Los correos electrónicos, whatsapp, videollamadas o los trámites que se realizan desde el ordenador de casa con el Certificado Digital han reducido de manera evidente su uso. Hemos cambiado el singular y hasta emocionante gesto de cerrar el sobre de una carta, mecanografiada o manuscrita, humedecer el sello y pegarlo e ir hasta el buzón de Correos más cercano… por un simple clic. Bastaría realizar una pequeña encuesta urbana para comprobar la caída en picado, por no decir casi desaparición, de esta práctica.  

Lo preocupante es que hemos perdido agilidad mental, o numérica. No hace muchos años almacenábamos infinidad de datos, recuerdos, claves, precios, nombres de calles y, por supuesto, números de teléfono. Y no lo hacíamos en los antiguos diskettes, CD rom, DVD, memoria USB ni en el mismísimo ordenador. Custodiábamos esos ‘archivos’ en un disco duro natural llamado cerebro. Un ejemplo a recordar es el de mi ex compañera Mercedes López, en Radio Jerez, capaz de superar a cualquier guía telefónica que se preciara:

“Mercedes ¿tienes el número del Consejo Regulador? ¿y el de Cáritas? ¡Ah, también estoy buscando el número del gabinete de prensa municipal, que no me da para llegar a la rueda de prensa y le grabo para el programa de hoy…”. De manera refleja, sin pestañear y esbozando una sonrisa pillastre, te decía “toma nota”. Sin buscar en listín alguno te recitaba los números solicitados. Esto, hoy, sencillamente sería impensable.  

Un sencillo ejercicio nos deja en evidencia  

¿Cuántos números de teléfono llegaste a saber de memoria? Piénsalo y recuerda. Eran más de lo que en principio imaginas: el de tu casa, el del colegio, el de tu novio/a, el de tu abuela, el de tu tía, los de tus mejores amigos y hasta el de tu emisora favorita. Luego vinieron el de tus suegros, el del trabajo y un sin fin más. Pero ¿cuántos te sabes ahora? Puede que veas tu capacidad de memoria telefónica en los dedos de una mano, como mucho.

A este panorama sumemos el proceso de atrofia hacia el que caminan, precisamente, nuestros dedos, cada vez menos acostumbrados a escribir y más a teclear. A este paso, no sería de extrañar tener que recurrir a los eternos cuadernos de caligrafía Rubio. Sencillamente, nos dejamos llevar por la máquina porque nos sentimos cómodos. Una comodidad que, a veces, esconde un evidente des-aprendizaje.