Hoy, día 25 de noviembre, se celebra el día Internacional contra la
violencia hacia las mujeres. De poco parecen valer estos días de concienciación
ciudadana. Todos los días la prensa nos anuncia nuevos casos de violencia de
género. Ya estamos acostumbrados. Te indigna un momento, pero sigues con tu
vida rutinaria y cotidiana. No se puede perder tiempo por algo que es habitual,
y que al parecer no se puede evitar. Entra dentro del ámbito privado. No se
puede poner un policía detrás de cada mujer. Sin embargo esto no es cierto.
Necesitamos concienciarnos de algo que nos atañe a todos y todas.
La violencia hacia las mujeres es algo que parece que todos los hombres
llevamos grabado a fuego en nuestro ADN, o más bien la idea de posesión.
Amamos, o creemos amar aquello que consideramos como propio. La mujer se
convierte en un objeto de nuestra propiedad, algo así como el coche, y de lo
que, por tanto, podemos disponer libremente y, por supuesto proteger. Me
gustaría en este día que las chicas, sobre todo las más jóvenes se
concienciaran de que cuando un hombre dice que las quiere proteger, lo único
que está demostrando es su propia inseguridad. Inseguridad de no ser el mejor,
miedo a que la mujer sea libre, miedo a no ser el elegido por ella. Y esa
inseguridad de el se la transmite a ella, que la obliga a aceptar una supuesta
protección ya que ella es mucho más débil, menos inteligente, menos válida que
el hombre fuerte y seguro, que ha de cuidar de ella, como una eterna
adolescente, que no puede ser dueña de sus propias decisiones, ya que se ha de
equivocar, (acuérdate de Eva) cosa que el hombre ni debe ni puede permitir.
En este punto me gustaría reflexionar brevemente sobre algo tan
importante como es el Amor, ese Amor con mayúscula, que es el que nos da
realmente la vida. No quiero ser amado por obligación, no quiero ser amado sin
libertad. El Amor es eso, Libertad. No puedes cortar las alas de tu pareja para
que no vuele, y así permanezca a tu lado. Tienes que respetar que vuele, y si
está a tu lado es por su propia voluntad. Sólo así se puede concebir el amor.
Pero para llegar a que un hombre asesine a su pareja, ha tenido que haber
un proceso de violencia, muchas veces callado, casi siempre imperceptible en su
gradación, y siempre implicando una dominación de la mujer, a la cual se le
hace comprender que esa violencia es necesaria, por su propio bien.
Cada vez se ven chicas más jóvenes, apenas unas niñas, como van cayendo
en las redes de una pareja que las domina en todos los sentidos, desde el
control del móvil y de las redes sociales, hasta la elección de las amistades,
pasando por la imposición de un tipo de ropa, que el chico, considera adecuada.
De ahí a la imposición de opiniones y, sobre todo, el hacerle comprender que el
hombre, por el hecho de serlo, es un ser superior, sólo es cuestión de tiempo.
El resultado es la anulación de la mujer. Cuando la mujer se da cuenta del
proceso e intenta rectificar, es cuando se produce las agresiones, y en último
caso la muerte.
Lo preocupante es que la violencia de género, ese intento de dominación de
las mujeres por parte del hombre, no se limita al caso español. Parece ser que
es algo universal, según los últimos datos. El hombre se siente un ser
superior.
La solución, dejando aparte las leyes, y el necesario pacto de Estado
sobre la violencia de género, está en la educación. En una labor tan
importante, y aparentemente tan simple, como hacerle comprender al niño y la
niña, ya desde la guardería, desde el colegio, en la familia, en la sociedad,
que ambos son iguales, que tienen los mismos derechos y obligaciones. Pero para
ello tiene que haber una política de igualdad, donde no se discrimine a la mujer
por el hecho de serlo, donde no gane menos que su compañero masculino, o donde
no se la valore por la belleza o el atuendo, donde no se le deje entrar gratis
a la discoteca por ser mujer y sirva de carnaza a los buitres habituales. Donde
la igualdad sea real a todos los niveles.
Eduquemos en la igualdad, y tendremos hombres y mujeres libres. Que
ninguna mujer sea propiedad de un hombre. Sólo así podremos iniciar el camino
hacia la eliminación de la violencia de género.