En 1975, un año después del triunfo de la Revolución de los Claveles y la
consiguiente caída de la dictadura Salazarista, José Saramago publica este
libro de poesía, muy poco conocido en España, por alejarse del formato
narrativo de sus grandes obras.
Desde 1947 en que había publicado su primera y juvenil obra Terra de pecado, Saramago tan sólo había
publicado un par de libros de poesía, muy alejados de su temprana obra. En el
medio había escrito una obra, Claraboya, no
publicada hasta después de su muerte. Este largo silencio, motivado por no
tener nada que decir, como solía comentar con ironía el propio autor, será
interrumpido definitivamente por un libro de relatos cortos, Casi un objeto, en el que dos de sus
cuentos están muy relacionados con este que hoy queremos comentar.
El año de 1993, es un libro
compuesto de 30 poemas, no escritos en versos a la usanza. Son pequeños
párrafos en los que una prosa poética, dura, cortante, concebida como
auténticos hachazos, con frases cortas, que expresan ideas muy nítidas,
dispares aunque interconexionadas. En estos poemas se describe de una forma
atroz y sin concesiones la existencia de un pueblo, de una tribu, que vive
sometida por la tiranía de unos opresores-invasores deshumanizados, que intenta
reducir a los habitantes a un estado cercano a los vegetales. La cultura les es
negada, incluso comienzan a desaprender a leer.
Toda la vida de esta tribu sometida es regida por unos ordenadores que se
alimentan de carne humana, pero en cuyos circuitos no pueden entrar neuronas
provenientes del cerebro humano, cosa que al final sucede, iniciando un cambio,
que desembocará en la derrota de los invasores.
El primer signo de que algo cambia es cuando un árbol se abre para
permitir la entrada en su interior de dos amantes, que se cobijan bajo sus
ramas. La sabia del árbol se mezcla con la sangre de los amantes, dando lugar a
un cambio sustancial.
La lectura de este libro no es fácil, no hay concesiones al lector. No se
busca agradar, sino concienciar al lector del peligro de la dictadura, similar
a la que acaba de caer, pero que siempre va a estar acechante.
Este libro hay que relacionarlo con uno de los relatos de su siguiente
libro, Casi un objeto, publicado dos
años mas tarde. En Cosas la situación
es similar, casi idéntica, pero carece, según mi opinión, de la fuerza
dramática y la ferocidad poética de El
año de 1993.
La estructura de los poemas, los trazos duros y crueles de Saramago
recuerdan la obra de Goya, Las pinturas
negras. Aquí como allí, en ambos casos, son cuadros, poemas aislados, que
su conjunto narran el horror de la dictadura, de la tortura, de la ignorancia,
del sufrimiento de un pueblo.
Acostumbrados como estamos al estilo narrativo de Saramago, de largas
frases, en las que las figuras retóricas, las metáforas, las disgresiones, son
la esencia de la escritura de Saramago, sorprende el estilo cortante y cortado
de esta poesía sin rima, casi sin versos, que intenta llegar al lector directa
no sólo al corazón, sino también al cerebro, haciéndonos conocer, aprender,
interiorizar, que quede impreso en nuestro ADN, lo terrible e inhumano de la dictadura,
la cual, sea la que sea, trata de reducir al ser humano, y sobre todo a la
mujer al estado de cosa.
Es curioso en este sentido el dato de que entre los invasores no hay
mujeres, al menos no se habla de ellas, mientras que entre los habitantes de la
tribu si las hay, siendo violadas sistemáticamente, como un medio mas y
efectivo de represión. También la reacción vendrá por parte de las mujeres,
castrando a los violadores con sus vaginas, una vez violadas.
Esta será una de las características de Saramago a lo largo de su obra.
Las mujeres siempre son fuertes. Tal vez los hombres sean mas reales, mas
humanos, pero el futuro, para Saramago, siempre pasará por las mujeres.