La desfachatez

12/04/21 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

"Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros". Es una frase que le sonará familiar. Aunque se atribuye al cómico Groucho Marx parece que su autoría es anónima. Pero, al margen del origen, el chascarrillo es todo un acierto porque retrata la condición humana. Palabras como ética, coherencia, dignidad, honor y nobleza son muy grandes. Deberían ser claves básicas en la vida. Sin embargo, esas cualidades son difíciles de encontrar en nuestra sociedad y especialmente entre aquellos que deciden anclarse en la vida pública.  

Política y mentira están intrínsecamente unidas. La desafección ciudadana en relación a los políticos es una consecuencia lógica. Es fruto del engaño continuado. Así, los ciudadanos sensatos hoy son unos descreídos de la política y los políticos. ¿Podemos meterlos a todos en el mismo saco? Seguramente no. Ya sabemos que generalizar es un error porque siempre hay excepciones. Pero el poder que emana de la política es un imán muy fuerte y quienes lo saborean son como yonkis enganchados a la droga dura. Y el poder suele demoler la honradez.  

La clase política actual española no enamora, no seduce, no encandila, no convence. Porque los políticos son unos trileros, hábiles en el ardid del engaño. Y los ciudadanos sensatos asisten cada día con mayor desidia a la ristra de trucos dialécticos de nuestros servidores públicos. Pero siendo la mentira el reflejo natural de nuestra querida clase política, algunos personajes se están matriculando con honores en la Universidad de la Desfachatez. El líder izquierdista del moño, antes coleta, no resistiría sin sonrojarse un repaso a la hemeroteca o mejor aun videoteca. Bueno, no creo que se sintiera avergonzado realmente; esa sensación solo se puede experimentar si se tienen "principios" de verdad. 

Empecemos por uno de sus mentados principios: el feminismo. El de Iglesias es de boquilla o si lo prefiere de pandereta. Cómo entender que un feminista convencido como él descoloque a una mujer como candidata de su partido en las elecciones autonómicas en Madrid. Pero claro, el mesías era varón y él es el salvador de su formación, o al menos su soberbia le hace pensarlo. Habrá que ver si el resultado de los comicios premia su prepotencia o por el contrario lo obsequian con una cura de humildad. Si Podemos no logra al menos un 5% de los votos no tendría representación en la Asamblea. Habrá que ver qué cara se le quedaría a Iglesias con esta patada en la entrepierna.

La primera bofetada, esperada por cierto, se la dio su ex amigo Errejón que ha disfrutado aquello de la venganza en plato frío. La desunión de la izquierda no le hará ningún favor a míster moños. Pero es que, además parece empeñado en demostrar a su electorado cada vez que puede que no es un tipo en el que confiar. Su incoherencia ha dejado su credibilidad en cero. Otra muestra de su incongruencia le llevó a mudarse de su amado barrio de Vallecas, donde decía que le encantaba vivir. Él era muy normal. Ahora ya no lo es tanto. La obligada transparencia ha hecho que transcienda su crecimiento patrimonial, y el de su pareja, desde que ambos están viviendo de la política. Él, que era mileurista según se jactaba, ya vive como un millonario.

Su último hito ha sido solicitar la indemnización que la ley le otorga por cesar como vicepresidente del Gobierno. Más de cinco mil euros al mes, durante 15 meses como máximo, el mismo tiempo que ha estado viendo series en su despacho gubernamental. Aunque está en su derecho, hay que recordar que se ha ido porque le ha salido del duodeno, voluntariamente. Cuando uno deja un trabajo de motu proprio es una baja voluntaria y no tiene derecho ni a desempleo ni a indemnización. Eso, por un lado. Y por otro, la indemnización se contempla mientras no se tenga otro desempeño profesional y el señor del moño es ahora mismo secretario general de Podemos… ¿Por qué no le paga salario su partido?

Supongo que este tipo se cree omnipotente y piensa que su parroquia le seguirá apoyando haga lo que haga. Hubiera sido coherente con su discurso renunciar a la indemnización, una prebenda que él criticaba cuando estaba fuera de la casta. El código ético de Podemos, muy electoralista sin duda, se lo salta a la torera el amigo porque para códigos ya tiene él el suyo: ande yo caliente y ríase la gente. Incluso en alguna comparecencia pública y ante la pregunta de una simpatizante, se comprometía a suprimir privilegios económicos vitalicios de señorías y ex señorías. Basta un repaso mediático para descubrir sus diatribas al respecto. Cuesta mucho creer que quienes alguna vez confiaron en Pablo Iglesias sigan hoy todavía hipnotizados y continúen siendo víctimas de un personaje que ha hecho de la desfachatez su disfraz permanente.

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