El Arte es una expresión de la sociedad. Probablemente una de las
expresiones más clarividentes, críticas y reveladoras de la sociedad que le ha
tocado vivir, y uno de los exponentes más fiables del momento histórico. Por
ello, y no me canso de repetirlo, en las obras de arte podemos encontrar las
mejores enseñanzas, porque el arte, si realmente ejerce como tal, nos aporta un
testimonio esclarecedor de los problemas, miserias o grandezas de un tiempo, de
todos los tiempos vividos por el ser humano. Y digo de todos los tiempos ya que
parece evidente que no somos capaces de aprender de nuestros errores, y
volvemos a tropezar, una y otra vez, en la misma piedra, en los mismos
defectos. El arte, machaconamente nos presenta ante nuestros ojos, si queremos
mirar, o si queremos ver, que no es lo mismo, aquellos errores cometidos,
mostrándonos las consecuencias a que nos han llevado, tratando de advertir a la
sociedad del peligro que conlleva el hacer caso omiso de la experiencia.
Uno de los personajes más clarividentes de toda la historia, no sólo como
artista, sino también como ser humano, un tanto desconocido en sus orígenes y
su formación, pero absolutamente aterrador por su modo de interpretar el arte
es El Bosco, del cual nos ocuparemos en otro momento de su grandes obras. Hoy
quiero traer a estas páginas una de las obras que con más lucidez analiza la
sociedad de su tiempo, de todos los tiempos: La nave de los locos.
Inspirada, o al menos con coincidencias con El elogio de la locura, de Erasmo de Rotterdam, el cuadro
muestra un barco, absolutamente a la deriva, repleto de seres que no muestran
el más mínimo interés en gobernar la nave en la que navegan. Concebido como una
crítica a la sociedad de su tiempo, su contenido se puede extrapolar a nuestra
sociedad actual sin ningún genero de problemas.
En un primer plano se puede observar a los representantes de la Iglesia,
el fraile y la monja, pendientes de comer el alimento que pende del árbol, pero
tan obsesionados están, que no son conscientes de que lo que tiene sobre la
mesa les es robado por los que, desnudos en el agua, tratan de obtener el
alimento. Todos los vicios, la gula, la lujuria, la avaricia, habitan en la
pequeña nave, gobernada por la locura, que tocada con un embudo a manera de
sombrero, parece dirigir la nave a ninguna parte. En el mástil, transformado en
árbol, alusivo a aquel que ocasionara la perdición del género humano en el Paraíso
primigenio, asoma la cabeza del diablo acechante, satisfecho del rumbo que
adquiere la embarcación, o mejor dicho, el no-rumbo.
Si eliminamos las connotaciones religiosas del pecado, del diablo, es
evidente que la escena no puede reflejar mejor la situación actual de nuestro
país, donde la locura parece erigirse en el paladín universal, en el cual un
partido corrupto hasta las últimas consecuencias, que ha llevado el país a la
bancarrota y donde los casos de corrupción son el tema habitual con el que nos
despertamos todos los días, gobierna el país. Un país en que la libertad cada
día está más restringida, donde puedes ir a la cárcel por una caricatura, pero
en cambio puedes robar impunemente sin que haya el peligro de ir a prisión, y
sobre todo, por mucho que se haya robado, no te obliguen a devolver el dinero. Un
país en que la honradez está considerada casi como un defecto, y en el que si
un partido es investigado, de lo cual todos deberíamos celebrarlo, se amenaza
con judicializar la política.
Un país en donde la inacción política está considerada un mérito, y se
premia al político en forma de estatua de mármol, votándole de nuevo para que
siga ejerciendo la no-política. Donde se puede llegar a un conflicto de
intereses por no reconocer un hecho histórico como es el caso de los
nacionalismos. Un país en el que las diferencias ideológicas parecen un error
del pasado. Donde nadie quiere posicionarse de cara a un electorado. Donde el
posibilismo es el rey de la política. Donde la democracia ha quedado en un
nombre, una etiqueta que se quiere, nos quieren, hacer confundir con el
consumismo.
Un país, en definitiva, que parece estar gobernado por la Locura, y donde
nos vemos perfectamente representados, mucho tiempo después, por una figura tan
clarividente como es El Bosco, y donde nos vemos navegando en esa nave de los
locos.