Ya pasó. Terminó la borrachera. Más de dos semanas tragando y digiriendo sin parar los destilados mensajes de los políticos. El bombardeo ha sido continuo. Unos y otros mostraban a diario su anhelo por camelar al electorado y conseguir el ansiado voto. Ah, nuestra ejemplar democracia, esa a la que, escarbando un poco se le sacan los colores con el voto por correo. El nuestro es un sistema imperfecto, seguramente ninguna forma de gobierno lo es, pero hasta que llegue alguien y tenga redaños de cambiarlo es lo que hay así que habrá que participar en él…o no.
Los últimos comicios han provocado un terremoto político; eso dicen los comentaristas de los medios de comunicación, los sesudos analistas con opiniones de gran peso. El electorado, según el censo del INE, Instituto Nacional de Estadística, ascendió a 36 millones y medio de personas para las municipales, 17 millones para las autonómicas y poco más de cien mil para las Asambleas de Ceuta y Melilla. La participación ha rondado el 63%, la tercera más baja de la historia de nuestra joven democracia. Entre los votos hay que contabilizar, además, los realizados en blanco y los nulos, que pueden rondar el medio millón. Así que no solo deben importar los abstencionistas sino también todos aquellos que votan en blanco para repudiar así las propuestas o el mismo sistema y aquellos que son muy torpes y no meten bien la papeleta haciendo que su voto valga cero.
Pero volvamos a la participación activa y correcta. Desde que se instauró la democracia en España el porcentaje de abstencionistas se mantiene cerca del 40%. Es decir, casi cuatro de cada diez personas deciden obviar el juego democrático que nos presentan en este país. Por lo tanto, unos 22 millones de personas son las que ayer se molestaron en acudir a un colegio electoral y ejercer el sacrosanto derecho al voto, ese que te faculta para participar activamente en la política y luego poder quejarte en la barra del bar de lo mal que va todo.
Realmente, el nivel de la abstención debería ser un dato que preocupara a los gerifaltes de la política, pero se ve que no les quita el sueño y la verdad es que estaría bien que les hiciera pensar si el sistema está lo suficientemente legitimado… No es una cifra despreciable desde luego.
Esos 22 millones de personas han sacudido las urnas y han dibujado de azul el territorio patrio para alborozo de unos y desasosiego de otros. Eran elecciones municipales y autonómicas pero los líderes, todos, han jugado la partida hablando en clave nacional. Lógico porque en el horizonte estaban las generales para diciembre que, oh sorpresa, han sido adelantadas por el presidente Sánchez, ese ser egocéntrico, resiliente, narcisista, presuntuoso, soberbio, prepotente y muy, muy progresista. En una decisión sorpresiva ha anunciado el adelanto electoral. ¿Ha constatado que el órdago que se tiró capitalizando la campaña le ha dejado con el trasero al aire y ahora sí prepara su retirada? ¿Sánchez se considera ya amortizado y está pensando en su futuro personal en alguna institución supranacional como la UE o incluso la OTAN? Pues me da que sí pero no. A ver, por lo que ya conocemos al personaje la decisión tiene más que ver con su amor al poder. Aunque vea el panorama aciago considera que mientras haya partido hay posibilidad y seguro que cree aun en remontar en el tiempo de descuento o en los penaltis.
El adelanto electoral es una acción atrevida pero tal vez inteligente. No aumentar la sangría, con un Gobierno en descomposición que a duras penas podría mantenerse hasta diciembre, y quizá evitar una posible crisis interna que cuestionara su liderazgo absoluto. Pero lo que sí parece fuera de discusión es que la llamada socialdemocracia encarnada por Pedro Sánchez está tocada y hundida gracias a su gestión al frente del ejecutivo y su estilo de mando personalista y presidencialista. Aunque los comicios eran locales y autonómicos a muchos les ha pesado la Ley del "Sólo sí es sí", el beneficio de agresores sexuales, la supresión de la sedición, el indulto de los del 'procés' o los acuerdos con Bildu por citar solo algunas de las directrices del Gobierno de Sánchez. La decisión de adelantar elecciones, su decisión, que ha tomado de manera unilateral jactándose de esa prerrogativa que le otorga la Constitución, pilla con el pie cambiado a 'miss' sonrisas, la señora 'flower power', Yolanda insisto Díaz que no tendrá tiempo apenas para configura su idea de Sumar. La aspirante a primera presidenta del Gobierno de España es un globo que algunos quieren inflar, pero está pinchado desde el principio. La apuesta de Sánchez en los próximos dos meses es la de vender una idea al electorado de izquierdas: O yo, o el fascismo encarnado por Abascal de vicepresidente de Gobierno con el tibio Feijoo de presidente. O yo, o el retroceso de los derechos sociales, la justicia social, el feminismo, la igualdad, la sanidad pública, la educación pública y bla, bla, bla.
El reciente dictado de las urnas no deja lugar a dudas. Y como, demuestra nuestra historia democrática, el juego de la alternancia entre los grandes partidos/empresas parece estar de nuevo en marcha. En Génova ya están saboreando el poder nacional. Estas elecciones suponen la antesala, el preludio de La Moncloa. Tendremos nuevo color en el Gobierno nacional...posiblemente. Ahora es el turno de los azules, es el momento de ese dechado de serenidad, sobriedad, y oralidad porque, hay que ver, que verbigracia tiene el amigo gallego que a menudo parece hablar como un antiguo disco de vinilo single que debía ir a 45 revoluciones por minuto y por error se ponía a 33 revoluciones y se oía la canción lentamente. Pero yo no vendería la piel del oso antes de cazarlo. En los comicios generales podría aumentar la participación en unos 3 millones de personas, según algunos cálculos, y si la "alerta fascista" que vociferará Sánchez a los cuatro vientos consigue movilizar a esa parte del electorado que denosta al PP y a la derecha, ojo que habría partido. No obstante, unas elecciones en pleno verano como las próximas serán una novedad en nuestro país, nunca se han celebrado en pleno período vacacional, y podrían ser hasta cierto punto imprevisibles con mucha gente en la playa mirando al mar y pasando de su responsabilidad electoral así que ya veremos quien sonríe el 24 de julio. En los comicios municipales y autonómicos más de 6 millones de personas votaron al PSOE de Sánchez. Los grandes partidos tienen un amplio suelo electoral a pesar de todo.
Estas elecciones han dejado varios mensajes. Uno: las fórmulas marrulleras de algunos penalizan. Y menos mal. Así, los morados se han caído con todo el equipo y están dando los estertores, últimos balbuceos antes de desaparecer del panorama. Personajes como Alejandra Jacinto o Sotomayor han durado lo mismo que un chupachups a la puerta de un colegio. Su campaña ha sido sucia, inmoral y miserable, como lo fue el gesto de llevar una camiseta con el rostro del hermano de Isabel Díaz Ayuso en debates electorales, la Jacinto, y en el Congreso de los Diputados la Ministra, Ione Belarra. Dos: el esperado sepelio de Ciudadanos ya ha llegado. Es una lástima que un proyecto iliberal ilusionante, como antes lo fuera Unión Progreso y democracia, se haya ido por el sumidero a raíz de las malas decisiones de sus dirigentes: primero Albert Rivera y después Inés Arrimadas. Ya han anunciado que declinan presentarse a las generales. En su epitafio se podría leer: pudimos pero la cagamos. Y tres: el peor de todos los mensajes. En Euskadi y Navarra los herederos políticos de ETA, EH Bildu, aumentan significativamente su presencia parlamentaria demostrando, por si alguien lo dudaba, que hay una moral muy discutible en una parte de la sociedad vasca. Habrá alcaldes en algunas localidades con delitos de sangre a sus espaldas. A este paso, tal vez esté cerca la posibilidad de que el presidente de la autonomía, el lehendakari, llegue a ser el "hombre de paz", Arnaldo Otegui.
En julio, en plena canícula, de nuevo los españolitos de a pie están llamados a votar. Otros 140 millones de euros a gastar en la organización de los comicios, una menudencia, ¿verdad? Aunque podríamos habérnoslo ahorrado si don Pedro no hubiera creído a José Félix Tezanos, el cocinero del CIS, al que una vez más, empresas demoscópicas serias y el propio resultado electoral han dejado en evidencia. No, Pedro Sánchez no quería irse en mayo, pero tal vez lo haga en julio. Aunque si los líderes territoriales, llamados barones, tuvieran arrestos plantearían que Sánchez no fuera el candidato porque ciertamente, lo mejor para el partido socialista obrero español sería derogar, como dicen algunos, pero desde dentro al sanchismo, una manera despreciable de hacer política, y comenzar así a reconstruir un proyecto socialdemócrata con sentido. García Page, el más crítico con la deriva sanchista, ha sido el único barón que se ha salvado de la quema. El resto, como Lambán o Fernández Vara, ha pagado su tibieza en la censura y han sido castigados en las urnas. La resaca de estas elecciones será duradera y me temo que a los ciudadanos nos seguirá doliendo la cabeza unos meses más.
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