'Off the record'

02/06/20 +Jerez Opinión: Ángel G. Morón

A vueltas con la deontología profesional periodística. Los informadores tienen varios códigos profesionales. Uno de ellos es el secreto de las fuentes de información que es como el secreto de confesión de un sacerdote. Si usted le dice a un cura en el confesionario que ha cometido un delito, según la doctrina católica al menos el señor cura está exento de declararlo o denunciarlo. La ley de Dios se impone y lo que se dice en el confesionario queda ahí y en la conciencia, claro, del confesado y del confesor. Algo similar ocurre con los periodistas cuando consiguen una información mediante una filtración que se suele decir. Lo de las filtraciones es una cosa curiosa porque suelen ser caballos de Troya, gente que desde dentro de una organización juegan a la contra para, en la mayoría de los casos, desgastarla o perjudicarla. ¿Y está obligado un periodista a revelar sus fuentes de información? En España, la Federación de Asociaciones de la Prensa en el artículo 10 de su código deontológico dice que el secreto profesional es un derecho que asiste al periodista aunque no en casos excepcionales, como la fiabilidad de la fuente, la dudosa veracidad de lo revelado o un posible daño futuro.

Cuando alguien ofrece una información a un periodista puede hacer valer este pacto y exigir al informador esa lealtad silenciosa. Y cuando se accede a ofrecer unas manifestaciones públicas también se suele acordar el llamado Off the record, una expresión anglosajona que significa fuera de grabación, es decir, lo que se diga sin el pilotito rojo encendido no debería nunca trascender a la opinión pública. Se trata pues de otro pacto formal que muchas veces es explícito. Pero cuando es implícito o tácito la cuestión ya no resulta tan fácil de dirimir porque el periodista puede entender perfectamente que no hay prohibición expresa de difundir. 

Pongamos el caso de una ministra que va a conceder una entrevista a una televisión autonómica como la de Euskadi. Mientras se prepara, se atusa el pelo y le colocan el "pinganillo" del retorno tiene una conversación anticipatoria de su discurso público. Su expresividad es informal, desenfadada y amigable. Y su tono es más de joven amiga, con expresiones juveniles como "tía", que el de toda una ministra de Igualdad del Gobierno de España. Y lo que dice, fuera de grabación, evidencia que una cosa es el discurso público y otra bien distinta es el discurso verdadero. De sus palabras, off the record, se pueden inferir cuestiones como que un riesgo sanitario conocido se obvió, tal vez por ignorancia, ineptitud, negligencia o intereses políticos para poder jalear manifestaciones por todo el país y promocionar leyes de género.

El revuelo causado por Irene Montero y su "pillada" el 9 de Marzo, suscita polémica y controversia. Surgen defensores y detractores por doquier. Y es curioso que unas palabras, más o menos improvisadas, puedan ser interpretadas de una manera y la contraria. Creo que es indudable que sus palabras demuestran que el Gobierno de España ya era consciente del riesgo sanitario. Lo que se ha demostrar, posiblemente nunca lo sabremos con certeza, es el grado de irresponsabilidad cometida y las causas de dicha irresponsabilidad. 

Pero el debate deontológico también existe. ¿Hizo bien el diario ABC en publicar la filtración? ¿Quién lo ha filtrado? ¿la ETB, es decir el brazo mediático del Gobierno vasco? ¿Tal vez la FORTA, la federación de teles autonómicas?  ¿Un avispado técnico que pasaba por sala de edición y capturó la pantalla de vídeo con su móvil? ¿Qué interés puede haber tras esta información? ¿Es noticioso lo que Irene Montero señala fuera de grabación? El periódico sí ha hecho bien, en mi opinión, porque las palabras de la ministra son de interés público y reveladoras. Y también hay, sin duda, un interés detrás de la filtración, posiblemente desgastar a Podemos dentro del Gobierno. Si ha visto las series House of Cards o El Ala Oeste de la Casablanca estos juegos de la política y los medios le serán familiares. Cualquier personaje público que se precie y con dos dedos de frente sabe que una cámara y un micrófono siempre pueden estar encendidos y que por lo tanto frente a un informador hay que cuidar TODO lo que se dice antes, durante y después de una entrevista. Esta enseñanza no la había aprendido aún Irene Montero. Pero que no se preocupe, la juventud también se cura. Solo hace falta crecer.

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