Oh, sí. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Bueno, bueno, bueno. Pocos podían pensar que la demoscopia se fuera a equivocar de manera tan inesperada. El amigo Tezanos, el cocinero del CIS, está de enhorabuena porque esta vez sí que estuvo muy cerca de acertar; predijo que el PSOE ganaría las elecciones con un punto y medio de ventaja sobre el PP. No ha ganado con ese porcentaje, pero el ínclito Sánchez sí ha ganado el pulso. La estrategia de adelantar los comicios le ha salido aceptablemente bien a su ilustrísima excelencia. La victoria del PP es pírrica para el objetivo de gobernar este trágico país. Le voy a decir la verdad, el resultado es lo de menos. Aunque el Partido Popular hubiera obtenido suficientes escaños para gobernar, en solitario o con la ayuda de Vox, este país no habría cambiado sustancialmente en nada. Porque este país, mucho me temo, no tiene ya arreglo.
Vivimos desde hace tiempo en una espiral que ha convertido a España en una nación de naciones rememorando los reinos de Taifas. Un remedo de país, eso sí, elefantiásico con una administración ineficaz, pero eso sí, gigantesca. Viva lo público, que todo sea público porque lo público es el maná, es el remedio a todos los males. Claro que sí. Arriba lo público y abajo lo privado. Ya contamos con casi 3 millones de funcionarios, entre estatales, autonómicos y locales. Lo único que pasa es que el sector productivo privado es el que sostiene al público. Pero la carga es demasiado pesada y cada día es más insostenible. Por eso hoy la deuda pública es de casi un 113% del Producto Interior Bruto, de la riqueza que genera cada año este trágico país. En el primer trimestre de 2023 la deuda aumentó en 32 mil millones de euros. El monto de las cifras aturde. No podemos hacernos siquiera una idea de lo que significa. Pero hay un dato que acerca la realidad a cualquier hijo de vecino. Cada criatura que nace en suelo patrio, nada más asomar la cabeza ya es un deudor. Le toca asumir más de 32 mil euros. Esa es la cantidad que debe cada españolito. Ahora multiplique 32 mil por 48 millones de españolitos. En la calculadora no tiene espacio para el resultado. Esa es la cantidad que debe España. Pero no pasa nada. Seguro que los acreedores, empezando por el Banco Central Europeo, así como países como Grecia, Turquía, Cuba, China o Túnez, nos condonan la deuda porque somos muy chulos y muy guapos.
Gobierne quien gobierne tanto da porque los problemas estructurales de esta todavía España no se van a enmendar. Ahora bien, la ética y la estética también importan y lo demostrado hasta ahora por su ilustrísima y acólitos deja mucho que desear. Lo que pasa es que tampoco la alternativa azul ofrecía muchos alicientes. El gallego tiene tras de sí una trayectoria en el feudo gallego que es para salir corriendo. Su gestión durante la pandemia fue liberticida completamente y restringió derechos con descaro y alegría. Fue firme defensor del pasaporte COVID -sin vacuna no te mueves, ni trabajas-, y prohibió votar, sí, prohibió votar a los enfermos.
Este país, amigo, amiga, amigue, no tiene solución. Parece que 7 de cada 10 electores emitieron el sufragio. Así que con un 70 por ciento de participación tenemos un sistema legitimado por las urnas. Pues vale. Y estoy es lo que hay. Una división ideológica que parte en dos a España. Prácticamente se igualan los votos a derecha y a izquierda. Pero sin el bipartidismo y con la maravillosa Ley D´hondt de por medio nos queda un escenario de lo más cachondo.
¿Qué va a pasar? Pues se admiten apuestas pero todo apunta a que su ilustrísima pactará, como ha demostrado, con el mismísimo diablo con tal de seguir en el Falcon, incluso con el fugado de Waterloo. Pero es que Sánchez es tan guapo. Además, ser de izquierdas mola mucho porque es la mejor forma de vivir; ecosostenibles, solidarios y con la agenda 2030 como decálogo. Lo llaman progresismo y todos los que no compartan sus ideas son involucionistas, machistas, retrogrados, fachas, carcas, conservadores… Hay que disculpar que su ilustrísima mienta porque él no miente solo cambia de posición política, porque en la vida todo es cambio, como dicen los psicólogos. Y, además, qué coño, si todos los políticos mienten lo que pasa es que algunos lo hacen mejor y no son tan guapos.
En fin, España no tiene remedio. Los españoles no tenemos remedio. Supongo que lo más inteligente sería cerrar por vacaciones y dejar a un lado este circo de la política. Y el que pueda que emigre, que hay mucho donde elegir. Tal vez quitarse de en medio sea lo más acertado porque, visto lo visto, este sindiós va camino del caos y de ese caos solo se benefician ellos, los políticos, esos seres de luz sin los cuales, sin duda, viviríamos mejor.
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